domingo, 26 de febrero de 2012

THE HELP VERSUS KRAMER

Iba a hablar de The Help, la pieza cinematográfica conocida en español como Vidas cruzadas, por cuyas actuaciones, y con tanta razón,  Viola Davis y Octavia Spencer están nominadas a un Oscar en las categorías de mejor actriz y mejor actriz de reparto, respectivamente. La película no es una joya del séptimo arte como dirían los entendidos en la materia, pero por el trabajo impecable de estas dos señoras, vale la rabia verla.  No obstante el racismo era mi tema,  no obstante quería decir que me quedo con El Color Púrpura para entender y recordar el significado de ser negro, no obstante eso, tropecé “comenzandito”  con otro film  que jamás tuve la suerte de ver: Kramer versus Kramer (1979)
Entonces se me olvidó la indignación que me produjo la amita cuando acusó a la esclava de robarse un cubierto de la vajilla, olvidé que pensé que en estas películas  siempre hay un blanco o una blanca erigiéndose como héroes ante los ojos de los espectadores por la única gracia de sentir lástima por los negros; se me olvidó en fin  la frustración de reconocer que el racismo es un problema que todavía nos alcanza,  que sin ir muy lejos, una de las grandes tragedias de la Oposición de este país no es sólo  tener en Miraflores un pata en el suelo, sino uno de pelo niche y con grotescos rasgos de un vulgar negro, valga la redundancia.
Kramer versus Kramer, como recordará el lector,  es una película masculina, si se quiere machista, pues muy probablemente   usted  terminó odiando a Meryl Streep, usted terminó cuestionándola, usted terminó preguntándole  ¿qué es eso, chica, de irte y que a ocuparte de ti, sin importarte la suerte de tu  marido e hijo? Y es que si usted no lloró de pena y de ternura con la  primera mitad de la película, que es en resumen  el vía crucis del padre intentando hacer las labores propias de la mujer-esposa-madre, usted en el pecho lo que tiene es un riñón.
Pero el ataque de Alzhaimer que mencioné arriba, no me lo produjo el drama de un hombre (Dustin Hoffman) que por rendir demasiado culto a su trabajo, es abandonado por su esposa (Meryl Streep), ni que en medio de ese trance, haya aprendido a ser padre. Lo que en realidad  lo provocó fue  la escena más perfecta que he visto entre  estos dos inmensos de la actuación, en la cual Ted Kramer tuvo el  más sublime acto de amor, de los tantos que quiso plantear la cinta. La escena transcurre en pleno juicio por la custodia del hijo, cuando el abogado de Ted, finalmente le pregunta a la mujer ¿Considera  usted que en el proyecto más importante de su vida (la familia) fracasó? Y se hizo el silencio. Y en aquella mudez yo, por el preciosísimo rostro de Mery Streep, vi pasar Los Heraldos Negros. Cada mirada de aquella mujer, cada compás con que su respiración marcó el silencio, cada lágrima, era un verso del poema de Vallejo. El clímax emocional de la escena se alcanza, y he allí el más grande gesto de amor, cuando su esposo, mirándola, le hace un gesto de negación con la cabeza, acompañado de su  voz bajísima diciéndole que  no… que diga que no. Ese momento bastó para plantearme otro concepto del amor: ese por el cual tendemos a cuidar, a proteger, a los que amamos, incluso hasta de ellos mismos e incluso a costa de nuestro propio sacrificio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me apasiona el cine, y he visto ambas películas, son dramas pero reales como la vida misma. Meryl Streep me cautivó desde que la vi por primera vez en El Cazador de Cimino, se merece todos los Oscars del mundo.

Abrazo, me ha gustado mucho este texto.

TORO SALVAJE dijo...

Vi la peli en su momento y ahora leyéndote creo que la he comprendido mejor.

Besos.

More dijo...

Besos, para ustedes, mis amores.