En estos días he
asignado como tarea a mis alumnos redactar un cuento sobre algo que les hubiera
ocurrido recientemente o a otros, que les hubiera impresionado. Y bueno no los he
leído todos, pero una niña cuya familia vive a unos 45 minutos de la ciudad, en
“el campo”, escribió la historia de un tío suyo que viajaba a verse un problema
del corazón en un hospital de Valencia. El señor vino para su última cita, hace un mes, con su
hijo, su esposa y su nieto; tomó el transporte, un jeep (un jip, escribe la
niña) y en el trayecto al vehículo se le partió la “puntadeje” y se fue por un
precipicio. El saldo: el tío muerto, chofer y niño con heridas serias, su
tía política a partir de entonces, en el hospital, inválida, ausente, sin reconocer a nadie. La niña cuenta que los
médicos, al principio “no contaban con vida de ella” y que los otros hijos van a verla y la señora les pregunta qué
quienes son, qué porqué ella está ahí, que porqué no los recuerda, ni a nadie
de su familia.
Llamé a Nanci B.
para que me contara algunas cosas que por asunto de mi educada sintaxis no me habían
quedado muy claras, y, bueno, saber cómo
estaba ella puesto que una semana antes me había justificado sus faltas al colegio
con la muerte de su tía abuela tras
incendiarse el rancho donde vivía (en el campo). No me supo decir de su estado
anímico. En realidad cuando le pregunté cómo se sentía ella, me miró como si
ese “ella” por quien yo preguntaba le fuera completamente ajeno, como si fuera
el personaje de otro cuento que Nanci jamás había leído y por mucho que Nanci
fuera inteligente, como en efecto es, no estaría a su alcance describir, porque
se desconoce. Sólo, y después de pensar
un poco, me volvió a relatar la historia de su tío, más que eso, la historia de
su tía que no reconoce a nadie, “se le borró todas sus cosas de su mente ni
sabe que le pasó ni sabe porqué está en el hospital y tampoco sabe que su
esposo Onorio murió por la falla que presentó el carro cuando iba en camino
hacia su casa con ella, todos están sanos y salvos, pero Felicia no tiene
memoria de recordar sus cosas y está hospitalisada en el Hospital Central de
Valencia y como no puede hablar sus hijos yoran” Así tal cual lo escribió Nanci,
sin una palabra más, sin una palabra menos, y recordé entonces aquel relato de Cortázar (Burla Burlando ya van seis) que
comienza: “Más allá de los cincuenta
años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes” Disiento de Cortázar:
no es más allá de los cincuenta años, es siempre… sólo que a partir de los
cincuenta tomamos conciencia de ello…
Nanci tuvo la
amabilidad de ilustrarme su cuento. Lamento no poder reproducir literalmente el
dibujo de un carro con la señora adentro, en medio de un camino cuyos árboles
están al revés o acostados en el aire, y su tío sobre el suelo, con un corazón
que ahora le ocupa toda la parte superior del cuerpo. Su tío riéndose.