viernes, 31 de diciembre de 2010

Milagro No.2

Querido diario,
Cierro el capítulo de este año con el siguiente saldo:
Un muerto y dos heridos. En realidad hubo más muertos, pero sólo lloré desconsoladamente a uno, de modo que los otros se pueden volver a morir si les da la gana. Uno de los heridos fue una amiga muy querida, quien no se recupera aún (a veces parece que recobrara la conciencia y otras, la mayoría, se queda en ese estado de inconciencia en el que es fácil entrar cuando no se quiere aceptar que el perito dijo “fue pérdida absoluta y total”) La otra herida fui yo,   pero por fortuna ahora (y no lo digo sin asombro) me recupero, hasta con cierto estoicismo,  de las heridas. No obstante, y debe ser porque un leve vestigio queda en mí de masoquismo, un rasgo al parecer heredado de la IV república, o algún gen judío-cristiano,  a veces me da por  echarme sal y vinagre en las heridas. Así, esta tarde que parece de domingo, me puse a escuchar canciones y me consegui con esta que he oído unas 3 veces hoy. Algo bueno saca uno de estas cosas  porque la verdad esa guitarra comenzando es francamente preciosa y la señora que canta tiene una voz  adorable. Y bueno, me comencé a quitar costritas y a echarme en mis heridas esa triste canción  que quién sabe que insensatas “verdades” dirá en el intermedio, pero a mí, junto con lo demás que sí entendí, me sonaron más triste  que la luz de la ciudad de Carora, si es que a Carora se le puede llamar ciudad
Oyéndola he comprendido   porqué hay gente que se quiere cortar las venas, meterse a evangélica o nebulizarse con creolina  cuando el perito dice “pérdida total” Esa es una opción. La otra es salvarse, juntar los pedazos y comenzar de nuevo, sustituyendo  eso de  “no puedo vivir sin ti” por un “no puedo vivir sin mí” algo que no suena “romántico” pero que es la verdad verdadera. Comenzar de nuevo. Comenzar de nuevo. 
Ese es mi milagro número 2.

martes, 21 de diciembre de 2010

Milagros: I





Querido diario
Tú sabes que de  algunos años para acá me he vuelto escéptica y un tanto sangrona con este asunto de la Navidad, época mercantilista, groseramente mercantilista, en que cualquier cosa que brille y/o extraña se vende; época en la que es absolutamente una tragedia griega salir a comer a la calle salir a la calle, porque te pisan, te empujan, te atracan y/o te miran feo. Decía, camarada y compatriota diario, que me había vuelto descreída con esto de las navidades, sentimiento que se profundizó en estos días atrás cuando el gobierno decidió modificar una cosa rara, amparada bajo el nombre de Ley, que se llama “Ley Resorte”.Dicha modificación, en uno de sus artículos, se refería, palabras más, palabras menos, a que estaba prohibido faltarle el respeto de hecho y/o de palabra a cualquier funcionario público en la web, so pena de ir preso y pésimamente recomendado. Aquello me dio tristeza, porque ya me estaba preguntando yo, cómo hacía para decirle burro a Manuel Rosales o ladrón  desgraciado y corrupto a Antonio Ledezma, o cómo hacía yo para decirle inútil a Jorge Rodríguez y muérgano y ladrón coño de su pepa a Diosdado Cabello, calificativos que eso que llaman Democracia me habian permitido hasta la fecha. Pero la fe me ha salvado una vez más, porque aprobaron la Ley, ciertamente, pero no en su totalidad, y el artículo referido a tamaña arbitrariedad fue suprimido de la misma.  Claro que no soy partidaria de ninguna Ley, sobre todo porque en este país ya nos acostumbramos a vivir sin leyes, o más bien ya nos acostumbramos a saber que la leyes están hechas para el bolsa (traducido al lenguaje tecnológico: para el  web on) , dicho en otras palabras,   las leyes están como el ex presidente Carlos Andrés Pérez: muertas en vida. No obstante,  como los de la Asamblea Nacional tienen que justificar su sueldo, y para que  uno, el pueblo,  no vaya a pensar que  ellos son como esos  muñecos que salen en televisión que crecen, y lloran, les da fiebrecita y  hasta se ríen si uno les canta, es decir, para que parezca que ellos son algo, pero en realidad no son, entonces la Ley fue “discutida” y aprobada con esa excepción, evidencia clara e inequívoca de que mis ruegos fueron escuchados cuando le pedí a San José y la Virgen   en el establo, al buey y a Melchor,  que me concedieran esa gracia, porque qué hago yo con tanta queja y tanto guardármelas  dentro. Querido diario: la fe me ha salvado.